No me mordí la lengua, sino que me mengua :)

Si todas estas «maneras de hablar» a que hemos aludido son sistemas de signos y, por tanto, lenguas, es evidente que no todas lo son en el sentido práctico y vulgar con que muchas veces se utiliza el término lengua: nos resistimos a dar al malgache o al hotentote la misma «categoría» que al inglés o al español. Sobre este asunto hay muchos prejuicios que conviene eliminar.

Considerada desde un punto de vista humano, el de sus hablantes, toda manifestación colectiva del lenguaje, sea un idioma extendidísimo, sea un mínimo dialecto, tiene derecho al máximo respeto, reconocido en las declaraciones que salvaguardan la dignidad de los hombres (ONU, Concilio Vaticano II, etc.). Sus hablantes contemplan y ordenan el mundo a través de su modalidad lingüística, que de este modo se identifica con su propio ser. Y es inútil y ofensivo, no hablando técnicamente, discutir a esa modalidad idiomática el carácter de lengua: el malgache o el islandés o el bretón, son lenguas para quienes las tienen como idioma materno. Desde este punto de vista, no existe una manera de hablar que sea superior; afirmarlo supondría pretender que hay personas superiores a otras.

Y atentaría contra los derechos humanos imponer por la fuerza a una comunidad otra lengua distinta a la que secularmente habla.

Escido esto, se reconoce, sin embargo, la categoría de lengua, a efectos prácticos, a las modalidades idiomáticas que cuentan con escritura y tradición literaria, y que se presentan con caracteres unitarios para sus hablantes. Cuando esto sucede, normalmente esa lengua ha servido de vehículo a una cultura estimable en la historia de la humanidad.

El término lengua, cuando no se usa técnicamente, es muy equívoco, y designa con idéntica legitimidad:

* cualquier sistema de signos orales que emplea cualquier colectividad;
* un sistema de signos singularmente relevante por el número de sus hablantes y por la trascendencia de la cultura que con él se ha expresado.